EL DÍA

No existe la mañana, sólo la siesta y la pequeña noche. El día entero dura lo equivalente a dos días de otros tiempos, lo que se dirá cuarenta y ocho horas, pues tanto la definición de hora como sus unidades de medida permanecen tal cual regían convencionalmente. Tres horas duran las noches y en general todos sienten alguna preferencia por ellas salvo en verano (la nominación de las estaciones tampoco ha cambiado) cuando la sensación de frío inquieta los cuerpos, entonces nadie se queja ni de los mosquitos ni del calor como era costumbre. Cada jornada se inaugura con la primera lluvia a la luz de los soles. Y es que existe uno en el cielo este, otro en el cielo oeste, uno en el norte y un último sol en el sur del cielo. De día las palabras se encuentran al servicio de la especulación y de la formulación de plegarias en silencio. Se habla sólo de noche y en voz baja. Las únicas palabras escritas se encuentran cerca del río desde hace mucho y de todos, los únicos capaces de leer son dos o tres ancianas. No existe la corrupción, se prescinde del saludo, no se usan ropas, se come bien y el descanso es visto como una virtud. También es verdad que se duerme cada dos días y en grupo. Las bestias viven sin intervenir en el trabajo de los hombres y están lejos de padecer por las necesidades de la gente. Todos saben que sólo el dios escribe y es el único que hace cumplir cada una de las leyes siempre, la figura del representante o del subalterno no son posibles y en todo caso carecerían de cualquier sentido bajo la existencia real de ese dios omnisciente. El único castigo es la muerte. Ayer, muy al oeste, junto a un algarrobo ciclópeo, noté que un jovencito caía muerto. Al oscurecer se habló del finado con algún desdén y se comentaron los tránsitos recurrentes en que el desdichado persistió con tenacidad. Nadie lo lloró. El duelo es una minucia del pasado.
LEARNING WALK (Yacek Yerka)

Comentarios

Entradas populares