A Hugo Terán
Caminó bastante esa noche, hacía calor y los perros le iban
ladrando. Los autos pasaban cerca y levantaban el polvo de la calle de tierra.
Se quitó la remera para no sudarla más y la colgó sobre su hombro para seguir.
La moto pinchada se fue volviendo pesada y costaba llevarla empujando. Un trecho
más allá leyó; SE PARCHA MOTO Y AUTO. −Tenés que cambiar tu cámara, maestro. Ya
no da más ya ésta. Mirá, ¿viste acá? Ahí se comenzó a rajar, ¿ves? ¿ves? Le
vamos a emparchar igual. Yo digo que va a aguantar, pero cuando puedas nomás
tenés que ponerle una nueva. Yo tengo una buena acá, por ahí si querés. ¿Qué
hacemos? ¿Le parchamos nomás? -Y cuánto sale cambiar la cámara. −250, todo
colocado. −Bueno. Cambielé entonces. −Salí de ahí, Mami, que se siente el
muchacho. Sentate ahí, Capo. −Acá estoy bien, Don. Dejelá nomás. −No, ya es
tarde y mañana temprano tiene que ir a la escuela. Sentate sí, Flaco. En un
ratito te hacemos. Una luz amarillenta ilumina sin ganas el taller, el joven se
sienta en la silla recostada en la pared que dejó la niña cuando alzó en brazos
un perrito y se fue. Pero el peso que el joven siente en la espalda no es el
cansancio de venir empujando, es otro cansancio. Uno que trae adentro, pero que
en este lugar parece crecer y busca salir sin vergüenza. Ve cómo el hombre se
acomoda y trabaja para él sin dejar de hablar. −Calorcito, eh. −Sí, la verdad
que está bravo otra vez. − ¿Vos vivís lejos de acá, amigo? −En el San Juan
Bautista. −Aaaah, allá cerca de San Antonio. Entonces te queda un trecho
todavía, eh. −No. Ése que usted dice es San Juan. San Juan Bautista es otro, el
que queda cerca de la Cruz, después de Villa del Rosario. Algunos todavía le
dicen Villa Mabel. −Ah sí, conozco. Lejos también es. Vos sabés que yo tenía mi
hermana en ese barrio. Vivía ahí, cerquita de la barrera, no sé si conocés El
Chinito, un negocio que abre hasta tarde. Bueno, en una época abría hasta tarde.
Cuando yo laburaba en la construcción con mi cuñado andaba por ahí, largábamos a
la tardecita y ya íbamos para su casa me acuerdo, y nos quedábamos hasta tarde.
Mi hermana cocinaba y comíamos y después le seguíamos, viste. Le metíamos al
trago, pero no siempre, a veces nomás, cuando cobrábamos, ponele. Y más que a él
le gustaba luego el chupi y ponía fuerte su música che y se convertía luego.
Pero sabés qué guapo era ese tipo. Pero guapo guapo te digo ese mi cuñado, eh. A
veces podía amanecer chupando el tipo. ¿Y vos creés que va a faltar o qué a su
laburo al otro día? Mbore; firme y puntual estaba el tipo. ¿Sabés cómo le
mezquinaban los patrones? Hasta ahora trabaja con ellos en la empresa. Yo me
acuerdo de que en ese tiempo agarramos el asfalto del Parque industrial.
¿Conocés vos? −Sí. −No, si mucho laburamos con él, y él mismo me hizo enganchar
a mi ahí. Mirá si te cuento yo. Fuimos a Ibarreta, Belgrano, anduvimos todo por
el oeste; El Potrillo, Juárez... Después terminamos una escuela en Clorinda.
Hasta Chaco me acuerdo de que fuimos una vuelta, ahí en Barranqueras levantamos
un semejante colegio. ¡Ah no!, cantidad de laburo había en la construcción y más
que se pagaba bien en ese tiempo y la plata valía, no como ahora. El frigorífico
del Parque industrial también levantamos nosotros. Petroleaba nomás mi cuñado,
ése era angá su cruz. Pero buen tipo siempre, excelente persona. No me vas a
creer, vos sabés que después dejó del todo che, la bebida. Mi hermana era
evangelia y comenzaron a ir al culto, viste. Y por ahí dejó. Increíble che. Pero
antes de eso mucho problema tuvieron por ese tema, yo por eso me dejé de él un
tiempo y más que en esa época le conocí a mi señora. ¿Viste esa que llegó en
bici recién? Esa es mi esposa. Después me casé con ella, bueno estamos juntados
nomás. Y además que después ya tuvimos esas criaturas. Ya es otra cosa. Mucho
también me aguantó, pero nunca anduve en pedo de aquí para allá haciendo
quilombo o en el laburo tampoco. Por ahí le daba, pero no armaba camorra y eso.
¿Viste que están esos que están borrachos y ya se quieren poner argel también?;
yo no. Yo tomaba de mi plata y me quedaba en un sólo lugar y dale y dale y dale
nomás y así…pero hace mucho, ahora ya no, viste. Tomo por ahí; cada tanto, pero;
tranquilo. Hace un tiempo ya que estamos acá. Dos hijos tenemos; la nena que
estaba acá hace un ratito y un varoncito que va a la escuela también. Acá cerca
queda la escuela. Bueno, mirá, ésta es la cámara que te digo, éstas son de las
buenas, Maestro. Igual, si parchábamos la otra iba a quedar, viste, pero… por
ahí se abre de ida; no vas a conseguir más gomería a esta hora ningún lado. Y
lejos te queda, che. Yo me acuerdo cuando en la empresa que te dije que queda
allá cerca de tu barrio, íbamos en bici por ese calor. ¿Sabés lo que era eso,
Papurri? A la vuelta más que nada, a eso de las tres de la tarde. De ida no era
tanto, frío también en invierno; entrábamos a las seis y teníamos que marcar
tarjeta. Pero el verano; te regalo. Encima a veces veníamos a contra viento,
chamigo. Capaz por eso lo que tenía tanta sed mi cuñado ja ja ja…te digo nomás
en broma. Así es che, casi cinco años laburé ahí. El hombre hablaba con ganas,
parecía contento mientras trabajaba. La musiquita salía filosa y crujiente de
una radio colgada de un gancho. “Que nos entierren juntos en la misma tumba y de
ser posible en el mismo cajón…” El hombre se veía animado. Sentado en una
banqueta petiza, arqueaba la espalda y se daba palmadas repentinas para quitarse
los mosquitos cada tanto. El perrito, que había vuelto en ese momento, se arrimó
al joven que esperaba y se puso a mirarlo chillando despacito. −¡Fuiira!¡Vaya
para allá! Correle nomás, Flaco. No sé qué puta tiene este perro que llora.
Capaz está enfermo, o lleno, jajá… La noche soltaba su aliento. Se podía oír a
los vehículos indiferentes sobre la ruta indiferente. Bajo el techo de chapa el
canto de un grillo arrinconado estallaba como las llaves que usaba el gomero y
que caían al contrapiso. El esmero del hombre en la tarea; sus manos duras,
curtidas y unas uñas gruesas, las vueltas de tuerca, aflojar, palanquear, sacar,
probar, acomodar, armar de nuevo, alinear con paciencia, ajustar. Componer un
vehículo, como se curan las heridas de un animal. En la radio sonaba una cumbia
con voz de mujer: “Después de cerrar la puerta nuestra cama espera abierta la
locura apasionada del amor…” Sin embargo, el joven parecía no escuchar al
gomero. Todo ese lugar se le fue metiendo por los ojos, las herramientas
desparramadas en el suelo, los bichitos bobos que chocaban la lámpara, los pies
sucios del hombre, metidos en esa ojota engrasada. La mesa larga abarrotada de
fierros, el almanaque grande con la rubia hermosa y desnuda, la batea, las
cubiertas viejas amontonadas cerca del compresor de aire. Ya no tenía apuro por
salir de aquel sitio. Sintió una tranquilidad tibia, como si la tristeza y el
cansancio lo endulzaran por dentro. El gomero parecía no tomar en cuenta el
silencio de ese joven que esperaba. La rueda estaba lista. Terminó de armar la
moto y amontonó las herramientas sin cuidado. Se puso de pie soltando un
quejido. −Bueno che, le inflamos y ya está, Maestro… ¿Ey, Maestro tas bien?
¿Flaco? ¿Amigo, tas bien vos?... ¡Andrea!, Flaco… ¡Andrea!¡Vení pue!¡Apurate,
rápido, algo tiene este muchacho!
Que buena nareacion!!👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
ResponderEliminarGracias!!!!
EliminarJorge, muy descriptivo y sentimental. Alguna vez uno ha pasado por algun momento parecido. Muy bueno. Cuando tengas ganas pasa un celular por privado y paso un mensaje. SAlute . Chingui Castro.
ResponderEliminarMe alegra tu lectura. Gracias
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