C A L A V E R A


                           A Héctor Washington

Afuera, el calor de enero cocina el aire y se pega a todo lo que el sol alumbra. Quema la piel como una toalla embebida en agua caliente. Ese día la casa es un silencio. Adentro, un hombre joven duerme la siesta. Es soltero y vive solo, no tiene vecinos cerca, sólo hay yuyales baldíos pegados a su terreno. En la pieza oscura donde está, el ventiladorcito de pie que revuelve el aire arrebatado se apaga repentinamente. Y es que se corta la luz en todo el barrio. El hombre se despierta sudado, pero permanece en la cama caliente mirando el techo de chapa. Suspira de calor, se queda escuchando los ruidos de afuera; son los truenos rabiosos de un cielo que se quiebra y un ventarrón que cae de golpe haciendo zumbar los paraísos. Los nubarrones ya oscurecieron el solazo aquél. Está por llover.
Entonces el Flaco se levanta y deja la cama, sale descalzo al patio de atrás y empieza a recoger sus ropas secas colgadas aún en el alambre. Pero no alcanzará a ver la lluvia. 
Lo matan. Así nomás, por detrás. Le llega el primer puazo seco, bien ensartado hasta la manija. Todavía en pie, con las ropas que juntó sobre su hombro, recibe el resto de las puñaladas debajo de la paleta; ¡chiuc!¡chiuc!¡chiuc!¡chiuc!. Lo achuran parado sin darle tiempo de nada. Se desvanece, su cuerpo se desploma con un peso muerto. Sin cerrar los ojos queda tirado en el jugoso charco de su sangre. Caen las primeras gotas y en seguida se larga la lluvia que ya es torrencial y blanquea el aire, se derrama fresca mientras restallan los techos de chapa a la redonda, como si fueran aplausos infinitos recibiendo al mal tiempo. 
En apenas un rato, el agua que se junta en el patio al comienzo es tibia porque el contrapiso chupa el calor del día y lo va soltando, pero también es rojiza porque la sangre derramada se aguachenta y corre. Luego, horas y horas. Sólo llueve y llueve en la noche que entra.
Así, el cadáver descamisado quedará tendido en el patio con sus ojos muertos mirando el cielo los tres días que durará el temporal.  
Después encontrarán el cuerpo y andarán repitiendo lo mismo por todas partes; que sólo era cuestión de tiempo, que tarde o temprano lo iban a matar por calavera.



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