UN PLATO DE LOCRO
A Mariana
Pero me extraña, ¿no eras de Formosa, vos? Entonces deberías saberlo; a nadie se le ocurre rechazar un plato de locro. Y menos que menos cuando el clima está fresco, porque el resto del tiempo hace un calor que pela chanchos. No importa si el que te invita el locro es pariente tuyo, tu abuela, tu madre, un tío, si es tu amante, un vecino o un perfecto desconocido que vive a la vuelta. Puede estar cocinando en su casa, en la tuya, en la vereda bajo un árbol o donde sea. Revuelve la olla moviendo el caldo espeso que rompe en hervor, ese jugo cremoso con zapallo, con verduras fundidas, el maíz blanco y suave, los condimentos haciendo su magia negra de sabor, la mandioca tierna, los tendones y el mondongo blando, el chorizo colorado, la panceta y la carne que se deshace en hebras, y cuando todo eso es casi un poema de sabor pecaminoso, una armonía de gusto porque ya está, te convidan y listo; sin motivo o expectativa, sin necesidad. Y vos esperás a que te sirvan, te sentás y comés. O en una disparada vas y traés tu tapercito o una ollita para que te lo carguen y te lo llevás; sencillo. Fin al asunto. Aparte, escuchame una cosa; nadie prepara locro para que coma una sola persona, eso no existe, la persona que lo hace cocina mucho, hace una cantidad, no sé; por lo menos una olla grande, un tacho de veinte, de cincuenta o de cien litros, o sea cien porciones o más, para convidar, para compartir, es un gesto de consideración humana, el concepto mismo del locro es comunitario deberías saberlo. Yo no sé cómo será en otros lugares, pero acá es así; la respuesta natural es Sí quiero o sea no se rechaza, simplemente no podés decir no, gracias, me estoy cuidando, yo no como eso, que las calorías, que coso... no. De última, si no vas a comer, te lo llevás por educación y se lo comen en tu casa, tu familia o tus amigos o alguien, porque siempre hay alguien con ganas de un locro. Por cariño, porque es rico, por tradición, por norma básica de convivencia, por respeto al otro y porque así fue, así es y así va a ser siempre, ¿entendés? Vos ya sabés, a nadie se le ocurre rechazar un plato de locro.
Tal vez por eso, si se pudiera decir que no, o si ese mediodía los de esa manzana del Santa Rosa hubieran dicho que no, no habría muerto tanta gente, no habrían caído redondos con sus cucharas en la mano y el sabor del veneno en la boca, deberías saberlo.
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